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El problema que se planteó hace unos años a nivel europeo con la Encefalopatía Espongiforme Transmisible (EET), conocida comúnmente como «mal de las vacas locas», puso al descubierto las implicaciones sociales, económicas y de salubridad pública que conlleva la sanidad animal. Así, dicha enfermedad animal, ademas de los importantes estragos ocasionados para el sector ganadero, principalmente para el ganado vacuno, presenta la peculiaridad de constituir una zoonosis transmisible al hombre, lo que provocó una gran alarma social que originó una importante intervención de todos los poderes públicos implicados. En base a ello el estudio de la sanidad animal debe partir del análisis de las medidas sanitarias de prevención, lucha, control y erradicación de las epizootias o enfermedades animales que afectan al ganado, que vienen a contribuir al mantenimiento de un sector ganadero competitivo a nivel nacional, comunitario e internacional. Pero el examen de la sanidad pecuaria no debe quedar anclado exclusivamente en el sector de las epizootias, sino que, dicha materia se encuentra íntimamente relacionada con la seguridad alimentaria y con la protección del medio ambiente. Así, la repercusión que una deficiente sanidad animal puede tener en la salud humana a través del consumo de productos procedentes de los animales, el papel que una adecuada alimentación de aquellos puede tener en su estado sanitario, el control del uso de los medicamentos veterinarios, o la necesaria protección animal desde el nacimiento hasta el mismo momento del sacrificio, son una muestra de la necesidad de analizar la seguridad alimentaria en los productos procedentes de los animales como parte integrante del régimen jurídico de la sanidad animal.
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