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El 23 de febrero de 1981 se presenta como una experiencia negativa de la que se pueden extraer, sin embargo, muchas consecuencia positivas. Ha sido, con acierto, subrayado por ia doctrina científica, la clase política y los medios de comunicación, eí protagonismo del jefe del Estado en la solución rápida de la situación de crisis. Sin embargo, las horas que transcurren desde la entrada de Tejero en el Congreso de los Diputados y la retirada del Bando de Milans, Capitán General de la III Región Militar, también pusieron a prueba otras magistraturas e instituciones constitucionales, que mantuvieron un papel digno ante la confusión. Este trabajo, a partir de lo hechos, reflexiona sobre la inconveniencia de buscar figuras salvadoras del orden constitucional, exagerando sus atribuciones efectivas, y aboga por el fortalecimiento de la actuación conjunta de todos los órganos instituidos, ante situaciones de crisis.
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