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La Fórmula del Progreso. Discursos
La Fórmula del Progreso. Discursos
 
Autor: Catelar, Emilio
Editorial: Comares
Soporte: Libro
Fecha publicación: 14/01/2011
Edición: 
ISBN: 9788498367645
256 páginas
Sin Stock. Envío en 7/10 días

Precio original:    24,00 €
Precio final por compra On-Line:     21,60 €   (I.V.A. incluido)

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Colección Crítica del Derecho * Clásicos Andaluces

Este libro se escribió para defender los derechos individuales y el sufragio universal, cuando todos creían que los derechos individuales eran una logomaquía, y el sufragio universal un sueño. Aquellos tiempos de 1858 están bien lejos de los nuestros. Cualquiera diría que ha pasado un siglo. Los derechos individuales se hallan reconocidos por sus implacables enemigos. El sufragio universal es la base de nuestro derecho político. La libertad religiosa que, al escribirse este folleto, no podía ser defendida sino indirectamente, por rodeos, ha triunfado. Y a pofía, los que ayer nos llamaban locos a los demócratas, hoy se llaman demócratas a sí mismos. Este libro, que era un ideal, es un comentario al título primero de nuestra Constitución. Así es la sociedad. Regida por las ideas, comienza creyendo delirios lo mismo que ha de abrazar para su progreso. No queramos, los que hemos experimentado los rigores de la opinión desconfiada, no queramos cambiarla súbitamente. La transformación social es obra de mucho tiempo, de muchos trabajos intelectuales, de muchos sacrificios.

Pero cuando vemos que un escrito hace doce años, tenido entonces por utópico, es hoy una realidad viviente, cobramos grande confianza en la energía de las ideas. Dictado para ganar el corazón de las muchedumbres, La Fórmula del Progreso es un libro de propaganda. Al recorrer sus páginas, se ve cuántas de mis previsiones se han realizado, cuántos de mis principios han pasado a ser el sentido común de la nación. Lo mismo sucederá con todo cuanto sostenemos hoy, rechazado por aquellos que ayer rechazaban nuestra democracia. Las leyes de imprenta eran severísimas. Su severidad se empleaba principalmente en ahogar toda aspiración a un cambio en la forma de gobierno. Creían los monárquicos que la institución monárquica noquearía si se ahogaba con arte la aspiración republicana. Así nada pude decir y nada dije sobre la forma de gobierno. Pero si con atención se lee el folleto, echaráse a ver en muchos pasajes mi opinión republicana y federal, siempre que paso junto a los problemas relativos a la organización del poder público.

Hay un pasaje, en que hablando ya de los pueblos donde la fórmula del progreso está realizada, solo menciono los Estados-Unidos. En este pasaje me detengo a contemplar la república, y la ofrezco cual una enseñanza práctica de política y de administración a mis lectores. Era el único medio que teníamos entonces de expresar nuestras ideas. Mucho hemos trabajado por ellas. Ni en la cátedra, ni en la prensa, ni en la academia nos dimos punto de reposo. Cuando fue necesario, los pequeños ahorros arrancados a un trabajo de doce horas diarias, cayeron en el abismo sin fondo de un periódico que, consagrado a destruir una dinastía poderosa, estaba condenado por lo mismo a bien rudas pruebas.

Cuando fue necesario, nos mezclamos en los combates de la calle. Cuando fue necesario, aceptamos un prolongado destierro, en el cual, sólo de la patria nos llegaban o insultos horribles, o ineficaces pero entristecedoras sentencias de muerte. Lo sufrimos todo; lo aceptamos todo por nuestra idea. Esta se ha realizado en parte. Pero aun queda una larga serie de términos por realizar, hasta que lleguemos a la fórmula que todo lo comprende, a la república federal.

Ya no vacilaré en mi tarea, ni desandaré mi camino. Profundamente convencido de mis ideas, no las cambiaré por ninguna de las ventajas materiales que puede ofrecerme la política. Mi partido se ha descompuesto, yéndose una parte al poder por la monarquía. Lo que hemos quedado, y quedaremos siempre en la república, declaramos que la democracia no puede contenerse en la forma de la monarquía incompatible con su esencia. Y tenemos la esperanza, de que así como la fórmula del progreso fue primero combatida para más tarde ser aceptada, la república federal, que es hoy para muchos una negación estéril, será mañana la fórmula que contenga el organismo de esta sociedad, tan necesitada de aliar su democracia con la libertad. Alentado de análoga esperanza, escribí La Fórmula del Progreso, y el tiempo ha venido a demostrar que no me engañaba la esperanza.
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