La culminación de la regulación de las titulaciones deportivas y la consecuente reglamentación del ejercicio profesional en el contexto de la actividad físico-deportiva, en la actualidad, se configuran como la asignatura pendiente de los poderes públicos en materia de deporte. Los primeros capítulos del presente trabajo pretenden poner de manifiesto, de un lado, la evolución de la normativa reguladora de las enseñanzas y titulaciones deportivas hasta su consecuente imbricación en el ámbito normativo regulador del sistema educativo. Por otro, cómo en estos momentos actuales la reforma ha visto cubiertos sus objetivos sólo de forma parcial. Pues, como resulta bien conocido, la regulación de las enseñanzas y titulaciones deportivas en el nivel o sector más característico –léase el de los técnicos deportivos strictu sensu-, aún se halla en pleno proceso de transitoriedad.

Sobre la base de estos antecedentes y actuaciones, parece obvio el que deba concluirse que a partir de todo ello se ha producido una oferta descontextualizada de titulaciones que tienen que ver con el deporte: licenciados, graduados, maestrías, titulados superiores en la actividad deportiva general o sectorial (ligada a una modalidad deportiva) o vinculada a la forma de realización (recreación). Todas se han ido «poniendo» en el mercado sin que realmente sepamos realmente cual era su finalidad. Esta situación ha producido un «convivencia» desordenada que es la fuente de un problema adicional como es la de establecer la conexión con las respectivas habilitaciones profesionales. Esto es, con llevar a cabo la regulación del ejercicio profesional que conllevan estas titulaciones. A partir de aquí surge el problema de intentar que las distintas titulaciones tengan alguna conexión con un ámbito funcional o profesional que les sea propio. En esto, por lo demás, consiste básicamente el regular el ejercicio de una profesión. La labor no es sencilla, por más que parezca claro que todos los poderes públicos convienen ahora en la necesidad de realizar el esfuerzo por la razón última de que la sociedad no ha teorizado seriamente sobre la profesión deportiva ni sobre la necesidad de establecer una profesión.

El análisis detenido que seguidamente se realiza en la presente obra, demuestra que los poderes públicos que están intentando trazar esta línea en el marco de sus propias normas parten –en su mayoría- de un presupuesto diferente y finalmente se aproximan más a la polivalencia incontrolada que al establecimiento de reservas funcionales como consecuencia de la necesidad de pericias específicas que se obtienen en el marco de unas titulaciones académicas y no de otras.

En suma, las titulaciones del deporte y su conexión con el ejercicio profesional presentan una problemática ciertamente atrayente con multitud de aristas e intereses. La solución en este contexto y con la inercia histórica de la que procedemos no es sencilla pero no puede realizarse sin tener presente los intereses de la sociedad en su conjunto y, dentro de la misma, de los usuarios del deporte. En cualquier caso, es evidente que los poderes públicos no pueden, no deben, seguir siendo ajenos a las formas en las que se realiza la actividad deportiva y por ello debería profundizarse en el establecimiento de las reservas profesionales correspondientes.