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Más allá de las leyes escritas, harto lo hemos experimentado, existen otras, más altas, no escritas; y sabemos que la justicia se refleja aunque variadamente en todas las leyes, pero no se agota en ninguna, por lo que solo ella puede, en grandes horas decisivas, imponer como deber y sacrificio supremo la quebrazón y la transgresión del orden jurídico positivo, cuando este se halle irreparablemente corrompido, para que con nueva ordenación prosiga y se perfeccione el proceso verificador y reivindicador de la justicia misma, que tiene la historia por teatro y por fuente inagotable el espíritu humano.
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