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El curso de la economía contrasta con los manuales al uso en dos sentidos. En primer lugar, porque el autor se ha remontado a los orígenes de cada concepto, lo que ha comportado que organizara el texto sobre la base de la historia del pensamiento y, tal como reza el subtítulo, que lo configurara a través de las grandes escuelas, autores y temas del discurso económico. Esta organización permite mostrar que además de los contenidos convencionales existen otros -sistemas económicos, valor, hacienda pública, comercio internacional, dinero y actividad económica-, que fueron desarrollados por la escuela clásica y que aún son relevantes. Y también podemos comprobar que el seguimiento fiel de la obra de los autores neoclásicos, de Keynes y de Schumpeter permite recuperar la microeconomía y la macroeconomía genuinas, a saber, la microeconomía edificada por Marshall y la macroeconomía, que tiene en La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero -ahora perdida bajo la textura del modelo ISLM- su pieza fundamental. En segundo lugar, El curso de la economía es absolutamente singular por su estilo. El autor nos regala un estilo apasionado y apasionante, como si en el juego de la seducción del lector le fuera la vida -cual Scherezade acosada- y quisiera, además, demostrar que Carlyle, con aquello de "ciencia deprimente, lúgubre", confundió la economía política con el estilo y la imagen de algunos economistas de su época.
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