Iniciamos una andadura de difícil tránsito con posibles incidencias peligrosas para un profesional del Derecho. La crítica, por mesurada que sea, representa un riesgo cuando se formula respecto de instituciones consagradas, tales como el Ministerio de Justicia, Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo, Consejo de Estado y Diputación de la Grandeza de España, y se refiere a tema tan crucial cual el famoso «Dogma de la imprescriptibilidad de los títulos nobiliarios». Y más aun, cuando será preciso en su exposición y tratamiento remover un fondo de pasiones interesadas que, en sus reacciones, pueden alcanzar extremos imprevisibles. Riesgo que se asume, sin temor y con responsabilidad, después de lenta meditación que nos ha conducido a la conclusión de que merece la pena tal asunción, dada la trascendencia que supone cooperar directa y personalmente, en la empresa de reestructurar el Derecho nobiliario de suerte que, sin perder los principios consagrados en nuestro Derecho histórico, aunque retocados cuanto sea menester por los avances técnicos que incorpore el Legislador, la Jurisprudencia y la Doctrina Científica, devuelvan a la sociedad española institución nobiliaria que ha perdurado durante muchos siglos, ofreciendo inolvidables servicios a España.
No descartemos, de otro lado, la posibilidad de que este nuevo acicate hacia la reforma que proponemos, ocasione un resultado mediocre, incluso precipite la desaparición de la institución, que no en balde vaticinábamos riesgos y peligros en líneas anteriores. Aceptamos igualmente semejante posibilidad que, en este límite en que nos encontramos, preferible sería la desaparición de los títulos españoles o su reconversión a la esfera privada, que representaría una cuasi desaparición vergonzante, antes de seguir contemplando su paulatina desnaturalización, cuando no irregulares «derogaciones judiciales» y otros «desafueros» cometidos contra la Constitución, el Código Civil y normas «especiales» promulgadas por el Legislador. Lo poco o lo mucho que se logre en el propósito apuntado, justificará cumplidamente la intención y el esfuerzo realizado.
Intento claro, determinante y fundamentalmente pedagógico (¡perdóneseme la petulancia!) tendente a crear ambiente dentro de los círculos limitados a que el tema afecta, con el objetivo de extender la inquietud que encierra este mensaje con la esperanza de allegar voluntarios que, también en lo mucho o poco, se coloquen bajo esta bandera que se alza a favor de la reestructuración de la legislación nobiliaria. Por eso hablábamos de pedagogía y a ello responde lo repetitivo de nuestra exposición que, a fuerza de serlo, puede causar molestias. También asumimos este riesgo añadido, porque no se trata de un libro escrito para el deleite y la molicie, sino como banderín de enganche que aglutine a cuantos compartimos los fines propuestos. De ahí que las reiteraciones sean deliberadas por considerarlas necesarias en busca de una fijación clara de principios y conceptos, así como su interpretación y dependencia dentro del complejo jurídico, político y social que representa el «Dogma de la imprescriptibilidad de los títulos nobiliarios».