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El desafío más importante que la Unión Europea se ha planteado a si misma ha sido aprobar y poner en vigor la primera Constitución Europea de la historia, como forma de orientar en el siglo XXI la formidable aceleración histórica que está experimentando la Unión Europea y la necesidad de conducir esa dinámica con unidad y con la vocación de que Europa sea en lo político lo que es en lo económico, es decir, un poder global relevante
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