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Según Durkheim la solidaridad que produce la división del trabajo especializada es muy diferente de la solidaridad mecánica. Mientras que el tipo anterior implica que los individuos se parezcan los unos a los otros, la orgánica presume que difieren. El primero es posible sólo en tanto la individualidad personal se ve absorbida en la personalidad colectiva. El último es posible sólo si cada uno tiene una esfera de acción peculiar para él, es decir, si posee una personalidad. Es así que resulta necesario que la «conciencia colectiva» deje abierta una parte de la conciencia individual para que esas funciones especiales puedan establecerse allí; funciones que ella no puede regular. Con todo, cuanto más extensa sea esta región, más fuerte es la cohesión que resulta de esta solidaridad. En los hechos, por un lado, cada individuo depende más directamente de la sociedad a medida que el trabajo se divide más y, por el otro, la actividad de cada individuo se hace más personalizada en la medida en que es más especializada. Resulta aquí que la individualidad de todos crece al mismo tiempo que sus partes: la sociedad se vuelve más capaz de acción colectiva
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