La política se presenta a menudo como la acumulación desordenada y confusa de palabras y conductas. Por este motivo, puede llamar la atención el intento de combinar la política con la ciencia. ¿En qué medida es posible aproximarse a la política con una preocupación científica? ¿Hasta qué punto cabe un saber ordenado acerca de los fenómenos que calificamos como políticos? ¿Qué conceptos y categorías nos sirven para construir dicho saber? A estas preguntas intenta responder la ciencia política.
Esta obra expone -a modo de introducción sistemática a la disciplina- sus logros históricos y sus limitaciones.

Ofrece algo así como la gramática de una lengua vagamente conocida, para que su estudio y mejor comprensión nos sean útiles en un doble sentido. Porque da las claves para entender los fenómenos que se presentan continuamente ante nosotros en el escenario político. Pero también porque permite intervenir en este escenario con mejor conocimiento de causa, sea cual fuere nuestro papel: como ciudadanos comunes o como actores profesionales, como individuos o como miembros de un grupo. Así pues, no pretende únicamente la acumulación de conocimientos: apunta también a orientar mejor nuestra intervención en la sociedad como ciudadanos comprometidos.

Los destinatarios de la obra son, por tanto, los estudiantes que aspiran a una formación universitaria en ciencia política, derecho público, gestión y administración pública, sociología, economía o comunicación social. Para ellos, la obra incorpora, en esta edición actualizada, nuevos datos, ejemplos, ejercicios y referencias que contribuyan a reforzar su capacidad de análisis y a construir «su» idea de la política, a partir de una reflexión histórica y de los datos más actuales.

Pero la obra se dirige también a un público más amplio interesado en ir más allá de lo que los medios de comunicación divulgan sobre los comportamientos de los actores políticos y el funcionamiento de las instituciones. Cuando Aristóteles escribió su Política hace ya más de dos mil años, entendía que el conocimiento de la política era necesario para los hombres de estado -los políticos-, como gobernantes de una comunidad. Cuando la responsabilidad del gobierno recae ahora -directa o indirectamente- sobre todos los ciudadanos y ciudadanas, a todos ellos les corresponde hacerse con este conocimiento: sólo de este modo pueden aspirar al progreso de la democracia, todavía imperfecta y siempre amenazada al comenzar el siglo XXI.