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La laicidad es un concepto-valor capaz de Concitar y levantar grandes pasiones, que se encuentra en el ojo del huracán mediático, político y académico y cuyo protagonismo en nuestros días trae causa en un conjunto de factores diversos e incluso en ciertos aspectos contradictorios, como son el proceso de secularización, las transferencias demográficas y la multiculturalidad, el choque de civilizaciones" de que hablara Samuel R Hungtinton, los efectos y contra efectos de la globalización y el creciente pluralismo religioso en el mundo occidental y especialmente europeo, entre otros. Baste citar el anuncio del ministro francés, Nicolás Sarkozy, de financiar la construcción de mezquitas alegando que uno de los retos pendientes de su país es la integración de los millones de ciudadanos que profesan el Islam. Nos hallamos, pues, ante un principio jurídico, pero también de organización política, de perfiles a veces difusos, pero que trata de ahondar en la esencia misma del modo de actuación y límites del Estado ante lo religioso desde una actitud de neutralidad, al que alude el sentido etimológico del término griego laos, esto es, pueblo o comunidad exenta de jerarquización, basada en la igualdad, en la que ninguna religión puede imponerse, y que debe regirse democráticamente a través de los gobernantes libremente elegidos. Si se ponen en relación tales premisas con el principio personalista y el derecho al libre desarrollo de la personalidad, que configuran uno de os criterios éticos de carácter secular por excelencia a través del cual adquiere su más pleno sentido nuestro sistema de libertades (de conciencia, ideológica, religiosa, etc.), se comprenderá enseguida que el estudio de la laicidad es clave en la configuración, comprensión y perfeccionamiento de los modelos sociales occidentales.
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