A nadie se le escapa la especial situación de colapso por la que atraviesan nuestros Tribunales, lo que origina un notable desencanto, no sólo en los responsables de administrar justicia, sino también en los propios litigantes que acuden a ellos con la esperanza de obtener una respuesta pronta y cierta a sus diferencias.

La solución a este problema podría pasar por potenciar el uso de las vías alternativas al proceso como forma de solución de ciertos litigios. Así lo han sabido ver en países como Estados Unidos o Gran Bretaña donde ha tomado un auge digno de mención los denominados Alternative Dispute Resolution, más conocidos como ADR. Estas soluciones extraprocesales ofrecen el incentivo de poner fin a los conflictos con un menor coste para los litigantes, reduciendo no sólo la inversión económica, sino también de tiempo y de enfrentamiento personal que el seguimiento de una causa provoca.

También los profesionales de países como Italia o Francia. España se encuentra todavía algo distante de esta realidad pero el futuro, no muy lejano, parece llevarnos por los derroteros de países tan cercanos a nuestra tradición jurídica.

El contrato de transacción es una de las instituciones estrellas para estos nuevos profesionales, pero al mismo tiempo, es para la doctrina una de las grandes olvidadas, pues desde la monografía de Gullón de 1964 poca o nula ha sido la atención que se le ha prestado. Esta obra contribuye a actualizar su conocimiento, además de apostar decididamente por la inamovilidad de lo decidido en transacción, como si de una sentencia firme se tratara (art. 1.816 c.c.), incluso en los casos de incumplimiento.

Puesto solo así podremos convencer a los potenciales usuarios de este servicio de que resulta la vía más fácil, útil y económica, que permite además un entendimiento entre las partes, realidad por la que los especialistas de estos mecanismos de autocomposición deberán de velar.