Siempre he considerado al Derecho de los Tratados como una materia fascinante, cuya codificación y desarrollo progresivo generó grandes debates doctrinarios que, en nuestros días, se siguen generando, pero en torno a la interpretación y aplicación de muchas de las normas que finalmente fueron contempladas en la Convención de Viena de 1969 sobre el Derecho de los Tratados (en adelante, la Convención), así como sobre un conjunto de materias que, finalmente, dicha Convención no incluyó, pero que se refieren a situaciones que se presentan diariamente en las relaciones entre los Estados, así como entre ellos y otros sujetos de Derecho Internacional.
No se puede olvidar que desde que la Organización de las Naciones Unidas estableciera como una de las labores de su Asamblea General la de impulsar el desarrollo progresivo del Derecho internacional y su codificación, el movimiento codificador que afectaba al Derecho en general desde hacía muchos años, intensificó sus efectos en el ámbito internacional, lo que generó que los tratados se conviertan en los instrumentos normativos escritos que empezaron a sustituir a una gran cantidad de normas consuetudinarias de Derecho internacional que, por cierto, no perdieron vigencia.

Hoy en día se puede constatar un gran incremento tanto en el número de tratados que se celebran constantemente, como en la variedad de materias que ellos abordan; por ello, en términos de la aplicación de las normas del Derecho internacional, se puede afirmar que los tratados se han convertido en la principal fuente de este ordenamiento jurídico. De esto último, se deduce la innegable relevancia jurídica que reviste el estudio de la Convención de Viena de 1969 sobre el Derecho de los Tratados.