Colección: Biblioteca de Filosofía del Derecho

Grande es el número de los derechos y las leyes de los pueblos. Ante nuestros ojos se presentan como una plenitud polícroma, y como un conjunto variado y siempre cambiante. ¿De que manera puede establecerse entre ellos orden y unidad? ¿Qué método uniforme hará posible una consideración general de los mismos, a la vez que su sistemática ordenación? ¿Dónde encontrar el punto de apoyo seguro que permita al pensamiento precisar y ordenar críticamente este desordenado conjunto de particularidades?

El primer intento de dar una respuesta a tales cuestiones remite la mayoría de las veces al derecho local vigente en un momento dado.

Ahora bien, ¿qué es lo que de esta manera se obtiene? La regu­lación jurídica de una comunidad. Pero, ¿cómo se sabe que una norma corresponde a dicha regulación y no a otro concepto gene­ral, distinto del de derecho? ¿Qué es el Derecho?

Para contestar esta pregunta, no basta intentar una cierta des­cripción externa de las reglas que, en realidad, por una especie de acuerdo tácito de numerosos autores, son consideradas como pro­posiciones jurídicas; esto no sería una delimitación objetiva sufi­ciente y tampoco garantizaría la universalidad del objeto descripto y de las características señaladas. Por el contrario, es necesario in­vestigar el todo de la experiencia social (no de la jurídica), pues sin duda alguna, la noción de Derecho se da en el problema de la exis­tencia social del hombre; es menester constatar mediante reflexión crítica las condiciones generales posibilitantes del concepto del Derecho, y precisar su relación formal con la costumbre, la ética y el poder arbitrario.