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Soliloquios y coloquios de un jurista Novedad
Soliloquios y coloquios de un jurista
 
Autor: Satta, Salvatore (Italia)
Editorial: Olejnik Ediciones Jurídicas
Soporte: Libro
Fecha publicación: 28/03/2022
Edición: 
ISBN: 9789564071787
310 páginas
Stock en librería. Envío en 24/48 horas

Precio original:    47,22 €
Precio final por compra On-Line:     44,86 €   (I.V.A. incluido)

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Colección: Biblioteca de Derecho Procesal

La verdad es que la ciencia jurídica es una ciencia moral, no solamente en el sentido de la más o menos arbitraria clasificación escolástica, sino porque ella más que cualquiera otra ciencia exige un empeño moral en quien la profesa. Desgraciadamente, el contradictorio ordenamiento italiano, que se inspira en el augusto modelo de la universidad medioeval, y al mismo tiempo, estatizando la escuela, reduce a los juristas a empleados, sin los humildes deberes siquiera que dan sustancia a la relación de empleo, hace difícil no ya observar, sino sentir el empleo. Y sin embargo es así. A diferencia de cualquier otro hombre de estudio, que puede muy bien aislarse en sus libros y sobresalir, adquiriendo una fama que a nosotros en general nos es negada, el jurista debe vivir intensamente la vida que rueda y se desarrolla bajo sus ojos, observar los fenómenos sociales o pseudosociales que agitan al mundo, penetrar las instancias que a cada momento los seres humanos proponen en nombre de la política, del arte, de la religión, de la libertad, y así sucesivamente, debe en suma leer el diario. Y su modo de vivir la vida es el más singular que se pueda imaginar, porque él no debe obrar (no podría, aunque quisiera) pero debe participar en la acción con el juicio, esto es, con alguna cosa que parece como la negación de la acción y está, comoquiera que sea, en perenne contraste con ella. Por esto al jurista se lo pinta a menudo como un reaccionario (¿no se ha dicho que las leyes están siempre en retardo respecto de la vida?), y en efecto lo es: porque él custodia en su alma valores eternos que la vida no soporta o soporta mal, porque a la vida le interesa simplemente vivir. Por esto, las posiciones conceptuales del jurista no tienen sólo un valor técnico, como suele impropiamente decirse, no son construcciones o teorizaciones más o menos fungibles, sino que son la vida misma tomada en la concreción de su ser, y tienen por consiguiente una fuerza de penetración y de formación espiritual que ninguna ideología puede tener.
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